Los cipreses del Teatro Principal, por Leoncio Feijoo Lamas

Que sepan los que siguen este blog que no me he olvidado de comentar los cipreses que han aparecido de súpeto en el entorno del Teatro Principal. Estoy a la espera de las declaraciones de Teresa Casal para responder con mucho arsenal.
¿A qué se debe su colocación? ¿Consenso con los vecinos? ¿Lo aconsejaron los técnicos? Ni una mención de nadie excepto del señor Leoncio Feijoo Lamas que redactó un artículo muy interesante que salió publicado en el Diario la pasada semana y que a continuación les dejaré, pero esta vez ÍNTEGRO.

Y es que según me informan y, efectivamente he comprobado, dicho artículo ha sido recortado en el Diario de Pontevedra, algo muy grave para el redactante que no ha dedicado su tiempo a una obra para que alguien se atreva a decir lo que se puede o no recortar. O se pone el artículo entero o no se pone, lo otro pertenece a otros tiempos.

En defensa del Diario he de decir que yo nunca he sufrido ningún recorte y eso que he tenido artículo muy extensos y de hondo calado.

Los cipreses del Teatro Principal

Después de observar la intervención, un tanto exótica, que es la plantación de varios cipreses frente a la fachada y entorno del Teatro Principal, convendría recordar la historia de este edificio releyendo las viejas crónicas de Prudencio Landín.

Así que, tan pronto fue demolido el antiguo templo de San Bartolomé “o vello”, hacia 1842, enseguida la emprendedora vecindad de la época sugirió la construcción de un teatro en el nuevo solar que se generaba. La tarea no fue fácil, ya que en primer lugar hubo que vencer la resistencia del Arzobispado, para que reconociera que los nuevos usos cívicos y culturales no colisionaban con las servidumbres del antiguo recinto religioso y su camposanto. Superado este escollo, que toda la historiografía local concuerda en señalar de gran valor simbólico y casi revolucionario, se podrá construir el complejo del Liceo-Teatro, que significará ante todo, el triunfo de la nueva clase burguesa sobre el Antiguo Régimen.

Lo cierto es que aun tuvieron que pasar algunas décadas para culminar dicha empresa. Desechados más de dos proyectos de edificación, paradas las obras durante años, por fin el arquitecto Faustino Flórez Llamas conseguiría poner la primera piedra en 1864. Y fue tal el afán cívico de tener un teatro digno en esta capital que ante la falta de fondos, grupos de aficionados dieron funciones benéficas, el arquitecto llegó a trabajar sin cobrar los honorarios, y el alcalde, el republicano Sr. Castro Barceló, donó 25.000 pesetas. Como se ve, todo igual que en nuestros tiempos.
Al final, la obra del Teatro, supeditada ya a la existencia del Liceo Casino, se inauguró en agosto de 1878, en plenas fiestas de la Peregrina, y durante cien años, hasta el incendio de 1980, este centro fue el referente cultural inequívoco de Pontevedra.

Porque puestos a evocar, la verdad es que nosotros antes que los fúnebres cipreses de los defuntiños de San Bartolomé, nos quedamos con los ecos de los violines de Sarasate y de Manuel Quiroga. Preferimos las sonrisas generadas por las comedias y zarzuelas, el piano de Rubinstein, los conciertos europeístas de la Sociedad Filarmónica, los triunfos de la Polifónica, los populares Orfeones y los Coros Gallegos. Disfrutamos más con los ecos de las juergas carnavalescas, los encendidos mítines, la emoción del cine o los ilustrados Juegos Florales. Y si queréis aun nos parecen más interesantes, el teatro infantil, las arias de Monserrat Caballé...o los abucheos al alcalde en los plenos municipales.

Lo anterior desde una perspectiva histórica. Desde una óptica de la estética urbana, ya nuestros antepasados fueron conscientes de que la nueva arquitectura del Teatro, era un edificio que entraba con calzador, que rompía con la trama urbana preexistente, o si se quiere que la elección del solar no era muy acertado pues según recogía la antigua prensa “puesto que achica el edificio, destruye una plaza, crea en el centro de la población cuatro estrechos callejones y perjudica muy notablemente a los dueños de las casas inmediatas”. Ahora bien, la misma reseña señalará que “a lo hecho no cabe enmienda y es necesario aceptar las cosas en el estado que hoy tienen”.

Tras la reconstrucción del Teatro, que mantuvo siempre en pié las paredes maestras, aun a pesar del voraz incendio de 1980, se optó por dignificar la fachada principal que da a la calle Charino, al situar ahora la entrada y vestíbulo, pues en el antiguo edificio el escenario se ubicaba en la pared contraria del actual.
Papel enfático el de la fachada principal que se reforzó si cabe, al funcionar el coliseo de Don Filiberto como sede de celebración de los plenos municipales.

Queremos señalar con esto, que resultará un disparate ahogar, más si cabe, la pequeña plazoleta que se genera por la confluencia de las calles Charino, Churruchaos y Doña Teresa cortando además las perspectivas visuales del edificio toda vez que se hace una plantación de árboles, elementos de los que además, no se tiene constancia que existieran en otra época.

En definitiva, no habrá sitio peor en toda Pontevedra para un bosque de cupresáceas que evoquen los ritos funerarios, que las inmediaciones de la fachada del Teatro Principal y su entorno.

Superado pues el estupor inicial, salvado el honor de los pontevedreses emprendedores, igual hay que convenir que actuaciones como las criticadas solamente persiguen el fin de convertir la antigua ciudad histórica en un auténtico cementerio.

LEONCIO FEIJOO LAMAS
9 12 2008

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra curiosidad de la construcción del teatro principal que recoge el archivero Enrique Sotelo, es que parte de los sillares de las torres arzobispales se reaprovecharon para la construcción de ese edificio.
Churruchao

Anónimo dijo...

Acabo de leer el artículo en esta página y agradezco la deferencia.
El problema con la prensa se debió a un mero de maquetación.
Gracias.
Leoncio Feijoo

Sísar dijo...

Un placer Leoncio. Falta más gente como usted aunque poco a poco nos vamos encontrando.

Anónimo dijo...

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