Liturgia presupuestaria en Pontevedra

Nuevamente Colombo A. Castroverde continua son su crónica sobre la inversión presupuestaria del Estado en Pontevedra.

Dirigentes nacionalistas desearían decir no a las cuentas para Pontevedra

La liturgia presupuestaria pontevedresa pasa por ser, en los últimos años, una gran obra teatral en cinco actos: en el primero, el Gobierno presenta sus cuentas, mientras BNG y PP dicen que son insatisfactorias; en el segundo, se remedian algunas carencias con enmiendas de diputados del PSOE que, por supuesto, son aceptadas por el Ejecutivo; en el tercero, llegan las enmiendas del BNG y del PP; en el cuarto, se aceptan enmiendas del BNG que, por supuesto, el PSOE también respalda.

Naturalmente, todos estos actos se rodean de grandes dosis de publicidad y declaraciones públicas. Pero en el quinto acto -casi siempre oculto bajo un manto de secreto- Fomento se gasta en otras latitudes las migajas que había asignado a algunos proyectos de Pontevedra. De esta guisa, algunos se parten de risa en Madrid y queda vestido el santo presupuestario, eso sí, a costa de añadir un año más de lista de espera a las grandes infraestructuras de las Rías Baixas, pendientes desde 1993.

De cara al 2009, los sastres se van a encontrar con un par de problemas con los que no contaban para hacer el traje. De una parte, populares y nacionalistas andan dando guerra en el Parlamento para saber cuánto se ha gastado realmente en Pontevedra. Los primeros datos que salen a la luz dejan en muy mal lugar al Gobierno que, en el caso de Galicia, dejó una montaña de millones de euros sin gastar en los últimos años y, en el de Pontevedra, ni siquiera fue capaz de invertir en nuestras grandes infraestructuras partidas que fueron trasvasadas hábilmente a aún-no-se-sabe-dónde, aunque no resulte difícil imaginarlo.

De otra parte, sectores nacionalistas en Pontevedra parecen al fin cansados del zafio guión de los últimos tiempos. Cunde el desencanto ante el menú presupuestario que les quiere servir un año más por estas fechas la no reprobada ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. «Se por nós fora non votaríamos a favor: non convén apoialo e menos agora», señaló un cualificado dirigente nacionalista tras conocer las cifras del 2009. En idéntico sentido se han pronunciado otros cualificados militantes, conocedores de la mecánica presupuestaria.

A pocos metros de Louro

Este malestar anida asimismo desde hace meses en algún influyente sector del socialismo local. Además de rechazar la lentitud de Magdalena Álvarez, tampoco están de acuerdo con la falta de inversiones de la conselleira Caride en Pontevedra. «La gente quiere ver máquinas y no los mismos papeles de siempre», aseguran en privado.

La gran cuestión es si este malestar se ha transmitido a las alturas, esas que viven desde hace años de espaldas a la ciudad, felices sobre moqueta y coche oficial. Y todo apunta a que, si se ha trasladado, el poder hace oídos sordos. Dirigentes del PSOE pontevedrés, con Antón Louro a la cabeza, siguen profiriendo un coro de entusiastas declaraciones de apoyo al Gobierno. Mientras, suena de fondo la amarga percusión 5-J del desencanto de una sociedad como la pontevedresa, que lleva 15 años viendo como se pudren sus mejores sueños.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El primero de octubre es el aniversario de la aprobación del voto femenino en España, en 1931. Un avance histórico que hoy recordamos quién lo apoyó y quién lo rechazó entonces. Puede haber sorpresas.

Es habitual que se recuerde que el voto femenino fue aprobado en 1931 durante la República, la dorada Segunda República. Lo que no es tan frecuente en este aniversario es que se recuerde quiénes votaron a favor y quiénes votaron en contra del voto de las mujeres.

La izquierda se opone al voto femenino

Tal como recuerdan en NavarraConfidencial.com, si en 1931 se pudo reconocer a las mujeres el derecho al voto, fue a pesar de la actitud de la mayor parte de la izquierda. La izquierda temía que las mujeres fueran más conservadoras y más religiosas que los hombres. Temía especialmente la influencia que la Iglesia Católica pudiera ejercer en el voto femenino. El reconocimiento del derecho a voto de las mujeres, por tanto, quedaba condicionado a que las mujeres votaran a la izquierda.

En el Congreso sólo había tres escaños ocupados por mujeres. De las tres sólo Clara Campoamor, del Partido Radical, defendió el sufragio femenino. Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, se opuso al voto afirmando que “no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República”. Su oposición reflejaba la citada postura de la izquierda. El propio Manuel Azaña ironizó sobre el enfrentamiento verbal entre Victoria Kent y Clara Campoamor, comentando que sólo había dos mujeres en la cámara y ni por casualidad podían ponerse de acuerdo. El diario La Voz, al día siguiente, ampliaba este comentario preguntándose qué pasaría entonces en España cuando hubiera 50 mujeres en la Cámara. El diputado izquierdista Novoa Santos, eminente clínico y patólogo, intentó justificar el voto en contra desde el punto de vista de la ciencia, asegurando que a la mujer no la dominaban la reflexión y el espíritu crítico, sino que se dejaba llevar siempre de la emoción. En ella, según Novoa, el histerismo no era una simple enfermedad, sino la propia estructura de la mujer. El líder del PSOE, Indalecio Prieto, fue uno de los muchos socialistas que votaron en contra. Abandonó el Congreso formando un alboroto y asegurando que “se había dado una puñalada trapera a la República”. Cuando efectivamente la izquierda perdió las elecciones en 1933, la izquierda señaló a Clara Campoamor como culpable, a quien nunca perdonaría.