No es el mercado, son los mercaderes


Ya en 1776 Adam Smith escribió La Riqueza de las Naciones por la cual se le considera el padre de la Economía Política. Frases como "dame lo que necesito y tendrás lo que deseas" donde deja claro que la empatía por el egoísmo del individuo y el reconocimiento de las necesidades es la mejor forma de satisfacer las necesidades propias crearon escuela.

Hoy, un artículo de Carlos Sánchez me ha hecho recordar esta obra maestra. Dice los siguiente:

El carruaje y los caballos

Ya es tarde, pero no hubiera estado de más que alguien les hubiera hecho llegar un pequeño párrafo de La Riqueza de las Naciones –obra tan poco seguida por muchos que se autoproclaman liberales- en la que se distingue entre el concepto de demanda absoluta y el de demanda efectiva. Adam Smith pone un ejemplo para explicar su exposición. Imaginemos que un hombre muy pobre tiene una demanda de un carruaje tirado por seis caballos. Es posible, dice el economista escocés, que lo desee fervientemente, pero su demanda no es una realmente efectiva, sino absoluta; porque la mercancía (el carruaje) nunca será llevada al mercado para satisfacer esa demanda por razones obvias. Por el contrario, un pudiente con ganas y dinero suficientes para pagar esa oferta, sí que podría adquirir esa mercancía, y a ello llamaríamos demanda efectiva.

Este planteamiento es fácil de entender e irreprochable, pero muchos de los que dicen abrazar el liberalismo han hecho creer a los ciudadanos que todo el mundo tenía posibilidad de disponer de un carruaje tirado por seis caballos, creando para ello una infinita cantidad de dinero mediante la colocación masiva de instrumentos financieros de todo tipo y colores. Confundiendo, en una palabra, demanda efectiva y absoluta, lo que ha provocado una enorme burbuja especulativa que es la que ahora ha estallado. No es, desde luego la única ni será la última.. Desde el fin del patrón oro, el mundo se mueve a golpe de burbujas de todo tipo que inicialmente desafían las leyes de la racionalidad económica, pero que finalmente saltan por los aires provocando las consabidas catástrofes. Y es que una cosa son los mercaderes y otra bien distinta el mercado, aunque ambos términos suenen parecidos.

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