¿Hacia dónde vamos?

Hoy por la mañana tuve la ocasión, casi de casualidad, de poder asistir a una charla de María San Gil en la facultad de Económicas y Empresariales de Santiago.

Creo que el vídeo lo dice todo. Yo sólo pude sentir tristeza, mucha tristeza. Estudié durante dos años en esa facultad y he compartido café con Beiras o Miguel Cancio en un ambiente inmejorable. Todo el mundo tiene algo que decir y de todo el mundo se aprende.

Cuando observas de cerca un episodio de este tipo realmente no sabes que hacer. Yo asistía estupefacto a los insultos, amenazas, coacciones y demás vejaciones que allí se vertían. Lo único que nos salió de dentro fue aplaudir a María San Gil. Unos aplausos que por un momento silenciaron el acoso, un grito de libertad delante de los violentos.

Bastante tiene una persona como San Gil, que tiene que vivir en su tierra escoltada todos los días, que no puede pasear libremente ni irse a tomar un simple café sin el temor de que algo le ocurra, para que en la Universidad, que debería ser la plataforma internacional para el intercambio cultural y la construcción de conocimiento compartido, unos exaltados, humillándose a sí mismos como personas y avergozando a la institución, la reciban con más amenazas e insultos.

Uno puede pensar que son hechos aislados, pero es una violación de los derechos constitucionales e internacionales que empiezan a ser constanstes (aun ayer mismo hablaba sobre ello en este blog) .
El radicalismo avanza y gana terreno. Jamás hubiera imaginado que ocurriera algo así en mi facultad. ¿Hacia dónde vamos?

Desde aquí mi admiración y reconocimiento a los asistentes que supieron aguantar todo tipo de tropelías y donde un chico de 19 años, no sé si como acto de protesta ante lo que ocurría, hizo uso de su derecho legítimo de la palabra para mostar su opinión y pedirle a María que le diera la suya. Es en esa fuerza de la juventud que viene, la que no se calla ante los excluyentes -la que un día será la que tenga que defender los valores democráticos de todos los ciudanos- en donde radica la esperanza de que algún día cambien las cosas y en este país nunca nadie más sea perseguido por pensar de una manera distinta o por opinar libremente. Un abrazo muy fuerte Jorge.