El Busto olvidado de Quiroga

En 2011 se conmemora el 50 aniversario del fallecimiento de uno de nuestros más ilustres pontevedreses, Manuel Quiroga, con un olvido institucional indigno de una ciudad que solo se ha volcado con el bicentenario del nacimiento de Xoan Manuel Pintos.

Pero es que además, 2011, es también el centenario de la proclamación internacional de Manuel Quiroga al obtener el primer premio de violín del Conservatorio Nacional de Música de París a la temprana edad de 19 años, convirtiéndose así en el segundo español en lograrlo después de Pablo Sarasate.

Es en este año cuando se produce el
célebre recibimiento de Pontevedra a su hijo predilecto (21 de Julio de 1.911), que sería uno de los grandes protagonistas de ese prolífico verano de 1911.

Quiroga, uno de los primeros artistas conscientes del poder de la imagen (como muy bien nos
explicó Rodrico Cota) posa ese mismo verano para el escultor Fernando Campo Sobrino -primo de Carlos Sobrino y hermano del dibujante Enrique Campo Sobrino, que para más inri durante este año también se cumple el centenario de su temprano fallecimiento a los 21 años (VER)- que se encontraba en Pontevedra para estar al lado de su familia en unos momentos tan duros (al igual que Quiroga había sido becado por la Diputación Provincial para realizar sus estudios artísticos en Madrid).

El Busto es terminado el mismo día que Pontevedra disfruta de su primer vuelo a motor en detrimento de Vigo, 20 de Agosto de 1.911.

Desde 1.972 yace en el Museo de Pontevedra fruto de la donación efectuada por el hermano de Manuel, Emilio Quiroga Losada y aprovecho para lanzar dos críticas.

Es incomprensible la actitud del Museo de Pontevedra, el cual sigue una política hermética anclada en el siglo pasado. Fechas como ésta son excusas perfectas para sacar obras de su extensa colección y acercarlas al ciudadano.

E incomprensible es que durante todos estos años el bipartito pontevedrés no hiciese nada por intentar recuperar el número 37 de la calle Manuel Quiroga. Juan Luis Pedrosa en el año 1997 la quiso comprar para convertirla en una escuela municipal de música (error, Museo al artista) y la incluyó dentro del programa de actuaciones a realizar con el Plan Urban que financió la Unión Europea (el mismo programa que hoy no tenemos gracias al sectario Césareo Mosquera VER1, VER2, VER3) para quedar relegado por la prioridad de adquirir la actual Casa das Campás, el Pazo de Mugartegui y la Casa Azul.

2 comentarios:

Rodrigo Cota dijo...

Esto de Quiroga clama al cielo. El museo de Pontevedra no es digno del legado de Quiroga, y todas nuestras instituciones, locales y autonómicas, están demostrando no saber estar a la altura.

Y creo que ahora ya podemos contar, y si no podemos lo cuento igual, que algunas de las pocas cosas que se han hecho por Quiroga en este aniversario se deben, en buena medida, a iniciativas y gestiones tuyas, que has trabajado en la sombra sin buscar ningún tipo de protagonismo, algo que en estos tiempos es muy de agradecer y más teniendo en cuenta que tú estabas en campaña. Eso es ser un pontevedrés y lo demás son gaitas. Algún día, tú, Milagros y yo podríamos dar detalles sobre esta historia que conocemos muy bien, aunque me temo que no lo haremos, no sé muy bien por qué.

Muchos otros han dejado sola a Milagros Bará en su esfuerzos por recuparar la memoria y el legado de nuestro vecino más ilustre, o directamente han buscado una foto a costa de Quiroga.

Gracias por la mención, Sísar y un abrazo.

Sísar dijo...

Glub, eso es de lo menos. Lo importante es que se hagan cosas en esta ciudad, desde el Pueblo y no desde el Gobierno haciendo y deshaciendo a su antojo ante la complacencia de la sociedad civil.

Por desgracia hemos tenido que actuar de esa manera, medio clandestinamente, porque los señores que ocupan la poltrona del Concello son sectarios y miran el carnet de indentidad.

Todo el mérito es de Milagros Bará, no haber puesto un granito de arena para que algo se hiciese hubiese sido traicionarnos a nosotros mismos. La pena fue no alcanzar la Alcaldía en Mayo porque todavía hubiésemos estado a tiempo de rendirle honores como se merece.

Un abrazo